¿Tomar alcohol influye en el desarrollo de la empatía?

Por Brenda Schonfeld

Consumir alcohol desde la adolescencia o la niñez puede provocar alteraciones permanentes en el sistema nervioso. Una investigación de la UADER estudia la relación entre los Trastornos por Uso de Alcohol y el desarrollo de la empatía en adolescentes.

Aunque en nuestro país desde 1997 rige una ley que prohíbe la venta de alcohol a menores de 18 años en todo el territorio de la Argentina, se estima que alrededor del 89% de los adolescentes inició su consumo entre los 12 y los 15 años de edad. Así lo asegura la encuesta sobre consumo de alcohol en niños, niñas y adolescentes del Observatorio de Adicciones y Consumos Problemáticos Defensoría del Pueblo de la Provincia de Buenos Aires.

Muchas veces el consumo de alcohol en menores de edad está incentivado y legitimado por el círculo de amistades e incluso por el contexto familiar y social. No obstante, de acuerdo a la Organización Mundial de la Salud, el uso nocivo de alcohol es un factor causal en más de 200 enfermedades y trastornos mentales; y de hecho cada año produce 3 millones de muertes en el mundo (ya sea por enfermedades, traumatismos o accidentes de tránsito).

Frente a esta problemática, una investigación de la Universidad Autónoma de Entre Ríos (UADER) propone estudiar la relación entre los Trastornos por Uso de Alcohol (TUA) y el desarrollo de la empatía en jóvenes escolarizados. Mariana Beatriz López, doctora en Salud Mental Comunitaria, dirige este proyecto en el que se asevera que “los pacientes alcohólicos evidencian dificultades en diversas habilidades vinculadas al concepto de empatía, como el reconocimiento de emociones y la mentalización”. Además, numerosos estudios vinculan el consumo agudo de alcohol con diferentes tipos de violencia.

¿Qué es la empatía?

Coloquialmente se entiende a la empatía como la capacidad de “ponerse en el lugar del otro”, es decir, poder comprender la perspectiva ajena. Desde el campo científico, “se comprende a la empatía como un constructo complejo que incluye procesos emocionales y cognitivos”, afirma López. Y agrega: “los procesos emocionales son automáticos (ocurren sin intervención de la voluntad consciente), e implican experimentar -en parte- la emoción que otra persona está experimentando . Nos permiten sentir lo que siente el otro, dando lugar a la comprensión rudimentaria de una situación a través de esta suerte de ‘espejado’”.  Mientras que los procesos cognitivos son controlados y logran inferir los pensamientos, sentimientos, deseos e intenciones de los demás, nos permiten anticipar cómo van a comportarse los otros, haciendo comprensible y previsible -en alguna medida- el contexto social.

Sin embargo, en los casos de aquellas personas que tienen un escaso desarrollo de alguna de estas dimensiones propias de la empatía, pueden experimentar sufrimiento y/o dificultades sociales. “Por ejemplo, cuando las personas no pueden establecer una distancia (cognitiva) respecto de las emociones de los demás, estas emociones que los ‘inundan’ pueden generar gran sufrimiento. En el otro extremo, una persona no es capaz de experimentar una emoción en sintonía con otro y pueden tener conflictos interpersonales por ser considerado poco cuidadoso con los demás, ‘frío’ o ‘insensible’”, explica la especialista en salud mental.

El alcohol es un neurotóxico, al consumirlo desde una temprana edad, en una etapa aún de desarrollo, las consecuencias negativas pueden ser de por vida, ya que es capaz de afectar al sistema nervioso de forma permanente y alterar las habilidades empáticas.

Consecuencias negativas del alcohol

El alcohol es una droga de fácil acceso. Muchos/as jóvenes generan dependencia psíquica a esta sustancia, ya sea por sus efectos desinhibitorios, para socializar con más facilidad, abstraerse de la realidad o simplemente porque buscan un estado ‘alegre’. Sin embargo, estas conductas que se generan desde temprana edad pueden conducir a una adicción.

El consumo de alcohol se asocia a consecuencias negativas de diversa clase, desde los accidentes o lesiones, incluyendo situaciones de violencia, hasta problemas hepáticos y distintos tipos de cáncer. De acuerdo a las investigaciones de López, hacer uso del alcohol durante la niñez o adolescencia provoca secuelas neurológicas graves como ”la detención del proceso de mielinización, menor integridad de la sustancia blanca, alteraciones en la conectividad entre las regiones frontal y límbica, y cambios electro-encefálicos. A nivel cognitivo y del comportamiento, estos cambios se manifiestan como una disminución de la flexibilidad cognitiva (la capacidad de analizar situaciones o problemas de diversos modos o desde distintas perspectivas), desinhibición, problemas en la auto-regulación, mayor asunción de riesgos y mayor consumo posterior”.

En este sentido, es importante desnaturalizar la ingesta temprana de alcohol y no subestimar sus consecuencias.Teniendo en cuenta la vulnerabilidad de los niños, niñas y adolescentes frente a esta droga, no deberían tener acceso a ella. Sin embargo, López explica que la edad de inicio del consumo de alcohol en nuestro país es cada vez más baja. A pesar de que su venta a menores de edad está prohibida, distintos estudios epidemiológicos nacionales señalan que muchos niños y niñas comienzan a beber alcohol estando aún en la escuela primaria”, concluye la especialista.

Sobre la investigación

El proyecto de investigación de la Facultad de Humanidades, Artes y Ciencias Sociales (FHAyCS-UADER), titulado “Consumo de alcohol y violencia en adolescentes escolarizados: el papel mediador de la comprensión del lenguaje no verbal como aspecto clave de la empatía”, comenzó en febrero de 2021 y está bajo la dirección de la doctora en Salud Mental Comunitaria Mariana Beatriz López. Para llevar a cabo este trabajo se propone administrar a una muestra intencional de adolescentes pruebas para evaluar: 1) consumo habitual de alcohol y consumo de riesgo; 2) reconocimiento de expresiones en rostros; 3) disposición empática, y; 4) conductas violentas. Se utilizarán Análisis Multivariado de Covariaza (MANOVA) para analizar el desempeño de los participantes en las distintas pruebas en función de su consumo habitual de alcohol, y Modelos de Ecuaciones Estructurales (SEM) para poner a prueba modelos explicativos de la relación entre consumo de alcohol, empatía y violencia.

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