¿Hacia dónde miramos?

Por Andrés Wursten

Las imágenes del universo capturadas por el telescopio internacional James Webb reavivaron el debate sobre qué deben estudiar las ciencias: las galaxias lejanas o nuestros problemas mundanos.

El telescopio espacial James Webb es el resultado de una colaboración entre la Agencia Espacial Europea, La Agencia Espacial Canadiense y la NASA. Inaugura una nueva etapa en el conocimiento dado que permite observar en una calidad nunca antes vista algunos de los eventos y objetos más distantes del universo

La mirada en el cielo y las estrellas, su observación y estudio ha sido una constante en la historia de la humanidad, en principio, impulsada por el afán de conocer nuestros orígenes y darle un sentido a lo que nos rodea. Por ello, no solo está asociado a las ciencias, sino también al arte y la religión. Desde una perspectiva utilitaria el análisis de los astros servía -aún sirve- para orientarse en los viajes y predecir el clima. En los tiempos remotos sólo se disponía de los sentidos, luego se confeccionaron aparatos como los telescopios para poder ver con mayor alcance; hoy en día se lanzan máquinas multifuncionales para que orbiten sobre la tierra o naveguen el universo.

Pero volvamos hacia atrás. En el libro “Historia de las ideas científicas” se narra que durante el período de la Grecia Clásica, más precisamente el 28 de mayo de 585 a.c., el día se convirtió en noche. La sensación de desconcierto y temor de la población fue tan grande que hasta medos y lidios que estaban librando una batalla la suspendieron para llegar a un acuerdo de paz. El oscurecimiento total en pleno día se creyó una señal de los dioses.

Lo que sucedió en realidad fue un eclipse total de sol. Por esas épocas una persona ya  había predicho el fenómeno, su nombre era Tales de Mileto conocido por ser un hombre distraído que de tanto mirar los astros cayó en un pozo por no advertir lo que estaba delante suyo. Esta anécdota, conocida gracias a Platón, permite poner en discusión una dicotomía de larga data sobre cuáles son las cuestiones que debemos atender: ¿se debe estudiar los astros, que implica invertir dinero, tiempo, recursos humanos? ¿o es más urgente dedicarse a asuntos como las desigualdades sociales y la degradación ambiental?

Tales es considerado uno de los primeros científicos: sus observaciones aportaron al campo de la astrología, matemáticas, física, entre otras. Pero sobre todo, su legado fue dejar de lado las interpretaciones mitológicas para estudiar las causas naturales de los fenómenos, a partir de lo cual, se puede conocer y predecir lo que sucede.

Darle un sentido a las cosas, intervenir sobre el mundo, explorar qué hay más allá, buscar el  conocimiento son características humanas innatas. Los viajes espaciales son importantes. Necesitamos comprendernos en el cosmos y dar respuestas a las preguntas más básicas de nuestra existencia: ¿de dónde venimos?, ¿dónde estamos?, ¿hacia dónde vamos? Asimismo, hay peligros fuera de la tierra que es necesario estudiar. Las evidencias demuestran que hay amenazas que atentan contra la vida entera: se sabe que hace miles de años varios meteoritos han colapsado en la superficie del planeta generando grandes devastaciones. Por otro lado, muchas de las investigaciones y desarrollos derivados del estudio del universo se utilizan en la vida cotidiana, por ejemplo, los satélites a partir de los cuales es posible usar el GPS, la televisión, internet, entre otros.

…tu voluntad en la tierra como en el cielo

Algunas posturas entienden más urgente -antes que el universo- afrontar problemáticas como la pobreza, el hambre, la violencia de género, la contaminación ambiental. Todas  comprensiblemente atendibles.

El economista Bernardo Kliksberg identifica al problema del hambre como un escándalo ético. En la actualidad los avances científicos y tecnológicos hacen posible que se produzca alimento suficiente para abastecer a toda la población humana del planeta, sin embargo, gran parte sufre hambre y muere de desnutrición ¡No podemos permitir que esto suceda! Esta es una cuestión necesaria de atender, y las ciencias pueden contribuir a la misma.

En el 2021 el Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación (MINCyT), junto con el Ministerio de Desarrollo Social de la Nación y el Consejo Nacional de Coordinación de Políticas Sociales, lanzaron el programa “Ciencia y Tecnología contra el Hambre”. El propósito del mismo está basado en poner a disposición recursos, conocimientos, avances científicos para combatir la pobreza y sus causas asociadas como el hambre.

Las iniciativas están centradas no tanto en producir más alimentos -ese no es el problema- sino en atender a su calidad nutricional, la distribución, las intermediaciones comerciales, así también, se abordan otros problemas asociados con la pobreza -como las condiciones de saneamiento y el acceso al agua potable. El fin es generar una mayor equidad en el acceso a una buena alimentación y otras necesidades básicas.

Problemas complejos

Los problemas mencionados, son palpables cotidianamente y urgentes, pero ello no significa que se debería abandonar las investigaciones del universo. Sino, haríamos lo contrario a Tales: de tanto atender lo que tenemos cerca olvidamos que somos parte de algo más grande o que los problemas son más profundos.

Los asuntos que atravesamos como sociedad en la actualidad se presentan complejos. Sus causas son profundas y sus consecuencias diversas, por ello su superación supone tiempos largos, el trabajo en conjunto de diferentes campos del conocimiento y la intervención de todos los sectores: Estado, empresas y ciudadanía.

La pobreza es un claro ejemplo. En muchos casos es una situación estructural, que proviene de varias generaciones las cuales no solo les falta el acceso a una adecuada alimentación sino que, en general, es un círculo vicioso compuesto por condiciones ambientales insanas, viviendas precarias, falta de servicios básicos y marginalidad social.  El Cambio Climático también es una problemática compleja. Afecta al planeta entero y es consecuencia de nuestra relación con lo que nos rodea, la intervención que hacemos, los modos de producción y consumo.

Para atender a estos asuntos es central la acción conjunta del Estado, la ciudadanía -a través de organizaciones y colectivos- y las empresas, en colaboración con las ciencias y tecnologías. En este sentido, la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible de la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas, es un plan de acción -de mediano y largo plazo- que establece 17 objetivos, producto de consultas públicas con la sociedad civil y representantes de diferentes países. Es una apuesta mundial para superar los problemas de las desigualdades sociales, la pobreza, el acceso a los bienes y servicios básicos, asimismo, contribuir a un ambiente sano y revertir o apaciguar el cambio climático, por otro lado, fortalecer las democracias, lograr la paz y justicia social.

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